Estaba de viaje de negocios cuando todo cambió.
Era tarde y estaba en mi habitación de hotel, revisando unos informes. Sonó mi teléfono y vi el nombre de la señora Turner en la pantalla. Era la vecina del abuelo y una señora amable que a menudo se preocupaba por mí. Contesté, esperando su habitual charla amistosa.
“Hola, señora Turner. ¿Cómo está?”, pregunté.

“Ben, querido, tengo que hablar contigo”, respondió, con voz suave y temblorosa.
Fruncí el ceño. “¿Va todo bien?”.
Hubo una larga pausa antes de que volviera a hablar. “Ben, tengo malas noticias”.
Se me encogió el corazón. “¿Qué ha pasado?”.
Respiró hondo. “Tu abuelo… ha fallecido esta tarde”.
Mi mundo se detuvo. Hacía sólo unos días que estaba charlando con el abuelo, y ahora… ¿se había ido? ¿Cómo? ¿Por qué?
Sentí una oleada de pena e incredulidad. El abuelo nos había criado a mí y a mi hermano Lucas tras la muerte de nuestros padres. Era mi mejor amigo, mi guía y mi roca. Perderle era como perder una parte de mí mismo.
“No… no puedo creerlo”, susurré.
“Lo sé, cariño. Lo siento mucho”, dijo suavemente la señora Turner. “Llamamos al médico. Fue un ataque al corazón”.
“Gracias por decírmelo, señora Turner”, dije, intentando mantener la voz firme. “Tomaré el primer vuelo a casa”.
“Estaré aquí si necesitas algo”, se ofreció.

Volví a darle las gracias y colgué el teléfono, con la mente en blanco. Mis pensamientos se inundaron de recuerdos del abuelo: su risa, sus historias y la forma en que siempre creyó en mí. Siempre había estado a mi lado, incluso cuando mi hermano Lucas prefirió el dinero a la familia y desapareció.
Le había prometido al abuelo que arreglaría la vieja casa que tanto le gustaba. Aquella promesa se convirtió en mi misión. No podía defraudarle. Sin perder tiempo, reservé el primer vuelo a casa.
Hermoso paisaje visible a través de la ventanilla de un avión | Fuente: Pexels
Al salir de la habitación del hotel, supe que mi vida había cambiado para siempre y que tenía que cumplir el último deseo de mi abuelo. La ciudad zumbaba a mi alrededor, pero sentí una sensación de calma, sabiendo que volvía a casa para cumplir mi promesa.
El vuelo de vuelta a casa fue un borrón y, antes de darme cuenta, estaba en mi ciudad natal, justo a tiempo para el funeral.